El domingo, en mi tiempo de ocio, me acerqué a la zona que quizás menos conozco de Mallorca: la zona de Capdepera y Cala Ratjada. Me parece una zona encantadora, pero como buen mallorquín me parece que está muy lejos.
Al esfuerzo que hice, sobrehumano, de conducir casi setenta kilómetros de un tirón, se añade el disgusto que me llevé, y que hoy me sigue doliendo. Una mente lúcida, un político de esos que no deben tener más luces que el burro que lleva a sus espaldas el fabioler de Ciutadella, decidió, no sé cuándo, pero ya hace años, plantar, no atino a acertar el motivo, un llaüt en una rotonda.
No cualquier llaüt, sino uno inventariado (número 103) en la magnífica obra de Bartomeu Homar y Bernat Oliver “El llaüt, la barca de la Mediterrània”; ahí está plantado el llaüt 'Els quatre cantons', encima de una rotonda, en medio del secano, no se sabe muy bien por qué.
La banda de babor está destrozada. A la vista de la sequedad de la madera y su sometimiento a la intemperie, sin cuidado alguno, seguro que le hace tributario de una restauración a fondo: cambiar tablas, costillas y calafatear con esparto, como hacían nuestros ancestros y hacen aún hoy 'els mestres d’aixa', carpinteros de ribera.
Hace un tiempo surgió, por parte de unas serie de personas a las que admiro y respeto, la necesidad de proteger, estudiar y conservar nuestro patrimonio marítimo histórico, y siguen dichos inquietos luchando contra las administraciones para que se ponga en valor nuestro gran y hermoso patrimonio marítimo histórico, con el Callao, el cual, según tengo entendido, estuvo en la guerra de Filipinas, al frente y seguido por el Alzina y la Balear.
Llevo desde el domingo por la tarde intentando entender el proceso mental de la persona que decidió plantar un hermoso llaüt en medio de una rotonda. No sé quién es, no sé ni siquiera a qué institución pertenece, ni a qué partido; lo que sé sé es que no ama a este pequeño país, desprecia su historia.
Es tan dramática la situación de “Els quatre cantons” que una persona que no tengo el gusto de conocer, Jaume Fuster, le ha compuesto una habanera titulada 'El vell llaüt oblidat'.
Un político peruano, Ramón Kobashigala, aseveró que “un pueblo sin cultura es un pueblo sin identidad ni futuro”. No puedo estar más de acuerdo, y a eso nos dirigimos a velocidad de vértigo.
Desde la mayor humildad y respeto posible a la entidad de quien depende la rotonda, y, en consecuencia, 'Els quatre cantons', le exijo como ciudadano que lo retire de donde está ubicado y que proceda, de manera inmediata y urgente, a su restauración. Y que, después, lo deposite en las manos de alguna persona que aprecie lo que el desalmado político de turno colocó en medio del secano.
Algunas personas somos sensibles al cuidado de nuestro patrimonio marítimo histórico, como los impulsores del museo marítimo, los alzinaires que cuidan del Alzina, pero las administraciones, en materia del mar, solo tienen ojos para las prohibiciones y recaudaciones para perseguir y acosar con nuestro dinero a los ciudadanos que aman y cuidan el mar y sus elementos históricos.
Pues yo les digo que hacen un triste favor a la ciudadanía a la que prometieron servir. La política de todo aquello cuanto afecta al mar no puede ser más nefasta. La prohibición, la supresión de libertades, nunca, nunca, son la solución. Pese a que la izquierda enarbole la bandera de la libertad, jamás, en tiempos de democracia, hemos sido menos libres los ciudadanos que ahora, y jamás hemos sido más perseguidos por la administración con la obsesión enfermiza de privarnos de derechos. Además, con un ejercicio de cinismo inaceptable, culpan de ello a otros partidos tan legales como los de la propia izquierda.
Como ciudadano, como contribuyente, propongo a la administración correspondiente que sustituya 'Els quatre cantons' por la cabeza, en bandeja de plata, del político que tomó la decisión, caiga quien caiga, sea quien sea.
Los ciudadanos estamos cansados de tener que judicializar los problemas para que se encuentren soluciones, pero que tengan claro que si desde alguna administración se ataca el patrimonio marítimo histórico, como en el caso de 'Els quatre cantons', la sociedad civil, el asociacionismo del mar, no se quedará de brazos cruzados.
Cabrera no es del Govern, es nuestra. La posidonia que quema la administración con sus ilegales vertidos, es nuestra; y, si me permiten la cita, y, obviamente, salvando las diferencias entre las situaciones y, sobre todo, entre el autor y yo, “lucharemos en las playas, lucharemos en las pistas de aterrizaje, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas, nunca nos rendiremos”. (W. Churchill).
Que empiecen a asumir los políticos de este pequeño país, de todos los colores y pelajes, que estamos hartos de sus caprichos y ocurrencias y que, si nos siguen maltratando, diremos 'basta'. Hay hambre y pobreza, hay suciedad en nuestras calles, hay inseguridad ciudadana, pero los políticos siguen con privilegios, incluso los que son unos auténticos cazurros y/o vagos. Él sabe que me refiero a él.
Cualquier gobierno, cualquier Consell o Ayuntamiento, si se enfrenta a la ciudadanía será derrotado; la sociedad civil siempre ganará, pues somos los propietarios y depositarios de la historia de este gran pueblo, y ellos, los políticos, unos meros gestores temporales que están de paso.
La sociedad civil siempre estará por encima, y, si no, al tiempo. No es una llamada a la revolución; es un simple hartazgo de lo que a diario veo y sufro. Los ciudadanos de este pequeño país no solo no tenemos los gobernantes que nos merecemos, tenemos una clase política que no nos merecemos.
No más 'Els quatre cantons'.




