Mi amigo José María Lafuente Balle me echa en cara con frecuencia que no me mojo a la hora de anticipar un pronóstico. Es verdad que no hago quinielas, pero lean lo que escribí, en otro medio, sobre el futuro del Mallorca el pasado mes de agosto para disgusto del que entonces era mi subdirector y determinen a quién ha dado el tiempo la razón. Allí aprendí que eso de que se respeta la opinión de los colaboradores no es más que una pose, la mía, en este sentido y en otros, no la ponderaron y llegaron a cambiar de ubicación mi columna para destacar otros puntos de vista digamos que más convenientes sin que, desde entonces haya leído una sola línea de rectificación de los profetas aludidos.
Advertí lo que iba a suceder y sucede, aventuré que, al contrario que Claassen, Nadal y sus acólitos, conjuntos como el Alavés y el Real Oviedo iban a estar arriba porque hacían las cosas de manera muy diferente y, sin ser adivino, bastaba observar las políticas de cada club para dibujar el futuro de la competición.
También he dicho y mantengo que Maheta Molango no liderará el descenso. No por el éxito de su gestión, cada vez más en entredicho, sino porque rivales como el Huesca o Ponferradina se encuentran en peor situación y disponen, de largo, de peor equipo. El mallorquinismo está cargado de razones para sentir preocupación, pero no por la clasificación final, sino por cuestiones mucho más graves en cuanto a la profundidad de su calado.
Si acaso conviene considerar que viajar en el furgón de cola y en tercera clase no es plato de buen gusto para quienes están acostumbrados a hacerlo en asientos de primera. Los jugadores del Mallorca,, no todos, lucen un escudo histórico que, al contrario de lo que creen, no les protege. Los modestos se fajan más en medio de las dificultades y, por si faltara algo, las relaciones con la Federación Española de Fútbol, limadas satisfactoriamente por Jaume Cladera en su día, se han vuelto a enturbiar ante el evidente acercamiento del club a Javier Tebas, enemigo reconocido y reconocible de Villar. Suerte que también se codea con los oscenses. No es que pase nada, no sean mal pensados. En fin, no es menos cierto que Levante y Getafe, los clubs que tocó el presidente de la LFP para Robert Sarver antes que el de aquí, son los colistas de primera división.