La imposibilidad de formar Gobierno y de nombrar Presidente en España pone de manifiesto lo rudimentario de un sistema democrático que necesita una actualización urgente. La actualización que yo propondría parte de una quimera, porque prácticamente ninguno de los que tienen que votarla la aceptaría, ya que supondría perder privilegios inherentes al poder que nadie está dispuesto a perder, por muy honrado que sea. En primer lugar, sería necesario reducir drásticamente los plazos y los tiempos. Absolutamente todos. Nadie en su sano juicio entendería una transición de la directiva de una empresa privada que se demorara durante meses y dejará estancadas decisiones de calado e importancia vital. Con más motivo es inviable un País en el que los plazos para elegir Presidente permiten tamañas demoras como las que nos afectan. Los plazos deberían reducirse a la mitad: la mitad de los meses, la mitad de los días, e incluso debería ser obligatorio reducir cualquier discurso de un político, sea cuál sea su ámbito de competencias, a un máximo de 15 ó 20 minutos.
Nada de los que un político pueda decir más allá de esos 15 ó 20 minutos, puede tener interés para el conjunto de los ciudadanos todavía interesados en saber que se hará con su voto y con su dinero. Es inhumano que nos castiguen día tras día con discursos horrorosos, estériles, repetitivos, caducos y que les aburren incluso a ellos mismos. Por tanto la primera medida drástica que propongo es la reducción a la mitad de todos los plazos desde la convocatoria de elecciones hasta la formación de gobierno, incluida esa limitación de los tiempos de palabra. Los titulares en los medios serán exactamente los mismos, porque los argumentos, las estrategias, las zancadillas no cambiarán, pero al menos utilizaran menos tiempo de gestión pública en esas peleas de gallos.
La segunda medida drástica seria obligarles a todos, gobierno y oposición a pasar a cotizar como autónomo durante el tiempo en que demoren la formación de un Gobierno estable, es decir desde la convocatoria de elecciones. Nada de ir al paro y cobrar para no hacer nada, de alta como autónomos absolutamente todos y sin sueldo ni paga que les cobije hasta que sean capaces de ponerse a trabajar como todos los demás. Me imagino ahora mismo a alguno de esos políticos a punto de estrenar sus vacaciones sabiendo que a final del mes de agosto y septiembre su cuenta bancaria se verá obsequiada con su estable nómina y ello pese a que no se reincorpore a su trabajo quizás hasta octubre o quizás ni tan siquiera eso.
Me pregunto con que autoridad moral pueden dirigirse a la ciudadania quienes han sido incapaces de gestionar durante meses la estabilidad de un Gobierno y si no sentirán vergüenza cuando salgan de viaje dentro de unos días. ¿Habrá algún político capaz de dimitir ante semejante desaguisado? ¿habrá alguien, con cargo público, capaz de manifestar públicamente su vergüenza?. ¿Alguien dispuesto a proponer estas medidas drásticas cuando tenga su turno de palabra?. Que pena de País.