Después de algo más de año y medio al frente de la Dirección General de Turismo, Josep Aloy se despide del cargo con la serenidad de quien sabe que su misión tenía fecha de caducidad. El exalto cargo del Govern, que ya había colgado la chaqueta profesional antes de regresar “por principios y por Marga Prohens”, asegura que su paso por la administración autonómica ha concluido tal y como estaba previsto.
“He cumplido con los compromisos establecidos”, resume. Y lo dice sin dramatismos, incluso con cierto alivio. A sus 67 años, Aloy confiesa que ahora le toca otro papel, el que más ilusión le hace: “Quiero ejercer de abuelo y disfrutar de mi familia”. El despacho dará paso a la orilla del mar y a la caña de pescar. “Siempre estaré disponible para aconsejar si me lo piden, pero desde otra trinchera, más tranquila”, apunta.
Durante la conversación con mallorcadiario.com, evita grandes titulares heroicos. Prefiere la contención de quien se siente profesor antes que político. “He cumplido”, insiste. Aunque admite que siempre quedan cosas “en el tintero” y errores cometidos que “sirven para aprender”.
POLÍTICA EN MINORÍA Y UNA LEY TURÍSTICA POR REHACER
Si algo le ha quedado atravesado, asegura, no ha sido el trabajo técnico, sino la mecánica política. Gobernar sin mayoría absoluta —recuerda— obliga a negociar y a ceder. “No es como otras etapas”, admite. La consecuencia es que algunos proyectos avanzan, otros se ralentizan y hay consensos que cuestan más.
El gran punto pendiente, a su juicio, es la nueva Ley General Turística. “La actual es un batiburrillo. Hay que refundarla por completo”, sostiene. Dice marcharse con “trazos hechos”, pero consciente de que el reto es mayúsculo y queda aún por culminar.
Tampoco esconde otra batalla burocrática que desespera a cualquiera que pase por un despacho público, la simplificación administrativa. “Hoy, cualquier procedimiento es una agonía”, lamenta.
LO QUE DEJA: CONTENCIÓN, ORDEN Y FONDOS EJECUTADOS
Aloy se marcha reivindicando varias piezas legislativas y de gestión que considera clave en su paso por Turismo. Entre ellas, el decreto de turismo responsable, dotado con ocho millones de euros para reforzar la seguridad y concienciación en zonas de presión turística —una referencia a la transformación de Magaluf que menciona con orgullo—, y el decreto de contención, con el que frenó el crecimiento de nuevas plazas.
También destaca la ejecución de 780 millones de euros procedentes del Impuesto de Turismo Sostenible y fondos europeos. “No hemos devuelto dinero. Lo hemos puesto en el territorio. La ciudadanía tiene derecho a saber dónde va cada euro”, afirma.
A eso suma una apuesta personal que, reconoce, nunca imaginó años atrás: abrir las puertas de Baleares a nuevos mercados de larga distancia, con rutas directas a Estados Unidos, Canadá o Abu Dabi. “Otro perfil de visitante, otro marco”.
“ESCUCHAR MUCHO Y SABER DECIR NO"
El relevo lo toma Miquel Rosselló, para quien Aloy solo tiene palabras de confianza. “Conoce mejor que nadie lo que queda por hacer”, asegura. Sus recomendaciones son sencillas y, a la vez, toda una declaración de intenciones para el tablero político actual: escuchar mucho y aprender a decir “no”.
¿Se refiere a Vox? Sonríe. “A Vox hay que escucharlo, como a todos. Pero las decisiones las toma el Govern”.
Antes de cerrar, Aloy deja un debate que quiere que se tome en serio: el pulso turístico-residencial. “No tenemos 19 millones de turistas. Muchos son residentes fijos-discontinuos. Hay que gestionar la parte residencial. El turismo no tiene la culpa de todo”.
Para él, Baleares está en metamorfosis y las cifras no pueden seguir leyéndose de forma plana. No es solo turismo: es movilidad, vivienda y territorio.
MENOS BOIB, MÁS MERIENDAS CON NIETOS
Su despedida, como su gestión, llega sin aspavientos. Dice irse “con los deberes hechos” y sin rencor. El plan inmediato pasa por la familia y, confiesa, por “un plan semanal de meriendas con los nietos”.
Cierra el ordenador, se guarda el móvil y sonríe. “Esta vez sí”, dice. Y parece que, por primera vez en décadas, no piensa en decretos ni plazas turísticas, sino en algo más simple, ver el atardecer sin tener que explicarlo en el BOIB.





