Cuando llega la Navidad, se encienden luces, suenan villancicos, se preparan reuniones familiares… y también se dispara el consumo. Este año, sin embargo, la factura de la euforia navideña en Baleares amenaza con pesar más que nunca. Según los datos publicados por mallorcadiario.com, cada balear promedio gastará unos 1.175 euros estas fiestas.
El desglose del presupuesto navideño de 2025 habla claro: regalos, ocio, alimentación, juguetes, incluso lotería y pequeños detalles suman una cifra que para muchas familias está muy por encima de lo razonable. Este desembolso —menos holgado — sitúa al archipiélago por debajo de la media nacional, pero resulta notable para un territorio que lucha contra elevados precios en vivienda, electricidad y otros servicios básicos.
El problema, además, no es sólo el momento. El auge del consumo online —según el mismo informe, un 64 por ciento planea comprar por internet— y las campañas de descuentos como Black Friday pulverizan la distancia entre necesidad y deseo, incentivando compras impulsivas.
Para el comercio local —ese que vertebra barrios y plazas, y da vida a nuestros pueblos y ciudades— la avalancha comercial es una fuente de tensión. Según asociaciones del sector, la presión de grandes superficies y plataformas digitales obliga a muchos negocios a unirse a campañas como el Black Friday “porque no les queda más remedio”.
Pero los márgenes no dan igual. Los descuentos de entre el 40 y el 50 por ciento que ofrecen las grandes compañías no son sostenibles en una tienda local; por eso, la mayoría de comercios baleares se limitan a rebajas inferiores del orden del 10 o el 15 por ciento.
El reto es conciliar el deseo de celebrar con la responsabilidad económica. Si optamos por la prudencia, la Navidad puede seguir siendo mágica… sin dejar en evidencia nuestros bolsillos.
El resultado es doblemente perverso. Por un lado, el comprador espera “gangas” y pospone compras hasta estas campañas; por otro, muchos comercios tradicionales apenas sobreviven con descuentos tan moderados.
Para los consumidores, la planificación y la conciencia, sin embargo, pueden marcar la diferencia. Algunas recomendaciones sensatas son establecer un presupuesto realista para regalos, alimentación y ocio (comprar por impulso rara vez es una buena compra); comprar con tiempo adelantado la adquisición de alimentos o regalos para poder comparar precios y evitar pagar de más; priorizar lo esencial , y buscar comercios de proximidad para, menos propensos a realizar “ofertas engañosas”, como las que se encuentran en no pocas plataformas.
Un matiz optimista: las campañas navideñas —incluido el Black Friday— disparan la demanda de trabajo en comercio, logística y atención al cliente. Las previsiones de contratación temporal en Baleares suben respecto al año pasado. Esto supone una inyección puntual de empleo —algo a agradecer en un contexto de precariedad estacional—, aunque conviene recordar que la naturaleza de esos contratos suele ser efímera, limitada al pico comercial.
Navidad no tiene por qué significar derroche. Puede —y debe— volver a ser una época de encuentro, solidaridad, regalos con sentido y consumo responsable. En un territorio tan vulnerable como Baleares —donde la vivienda, los servicios básicos y la inflación complican la vida diaria—, conviene reflexionar si realmente necesitamos todo lo que compramos.
El reto es conciliar el deseo de celebrar con una cierta responsabilidad económica. Si optamos por la prudencia, la Navidad puede seguir siendo mágica… sin dejar en evidencia nuestros bolsillos.





