La cabra de la Legión se llama Pablo. Pablo desfiló, con dudosa disciplina, en el último desfile de la Victoria (bueno, ahora le denominan día de la Fiesta Nacional de España, a celebrar el 12 de octubre. Antaño- pero no tan antaño como se podría suponer- su definición era como Día de la Raza).
Tras diversos comentarios sobre la feminidad de dicha mascota guerrera (y, a la par, novia de la muerte) se ha descubierto que Pablo es masculino, o sea que, en realidad no se la debería nombrar como cabra sino como macho cabrío, que es el eufemismo bestial del malsonante “palabro”: cabrón. Para que quede claro de manera definitiva – y dicho en el más puro estilo del magistral José Ruiz, “Azorín”, siempre obsesionado con la sencillez y claridad que proporciona una frase feliz- :“Pablo es un cabrón”.
El susodicho Pablo o Pablito (sólo tiene once meses de vida, civil y militar) es un animal de color marrón y luce unas pequeñas manchas blancas en el morro. El citado cabroncete desfiló (¿desfiló?) junto a los aguerridos mozos legionarios con una gran soltura, entendiendo como soltura la libertad de ataduras; ninguna correa en ningún momento. Sobre su lomo o lomillo, un manto bordado con el correspondiente emblema de la unidad a la que pertenece, en este caso, “gastadores”. Me he atrevido a posar, suavemente, unos enigmaticos signos de interrogación sobre su modo de desfilar ya que los veteranos del ejército español sabemos que la posición y el comportamiento físico durante un acontecimiento de estas circunstancias exige una disciplina rígida e igualitaria (allá donde las haya) por parte de los miembros que realizan el acto, en este caso concreto, los señores soldados legionarios. Pablo, es cierto, viajaba sin cuerdas, pero durante su recorrido aleatorio tendía a tirarse al monte, que es lo justo y natural cuando las cabras gozan de un cierto libertinaje y encima no llevan mantos institucionales de ningún tipo. Al respecto, el Ministerio de Defensa ha asegurado que “Pablo lleva mucha instrucción…”. Un servidor “mamó” muchas horas de instrucción en su momento y les aseguro que – también sin correas- mi porte era mucho más marcial.
Para aquellos que creen que lo de la “cabra de la Legión” es tradicional, de toda la vida, debo apearles de su craso error. Durante muchos años, en los noventa y cinco de vida de esta agrupación africana, las mascotas han sido varias y de muy distintas especies, eso sí, siempre animales: monos, gacelas del Sahara, arruís (carneros típicos del desierto), loros, jabalíes y hasta un oso.
Hoy en día, desde que en la parada militar española no figuran carros de combate, piezas de artillería pesada, camiones cargados con enormes misiles tierra-aire ni lujosos cañones con obuses (y, aun así, la factura sale por un pico…), Pablo se convierte en la estrella. El grado de satisfacción infantil expresado por la Infanta doña Sofía al ver circular al macho cabrío por la calzada de la Castellana (¿o es Recoletos?) no deja lugar a dudas: “¡que mona!”
…Pero no era una mona, era un auténtico cabrón; pero ya se sabe…los niños…