Un gran proyecto de centro

Vivimos momentos de cierta convulsión en la recomposición del espacio de centro político que durante esta legislatura ha permanecido vacante en nuestras islas. La política desacomplejadamente derechista de Bauzá -que ha liquidado la moderación regionalista de su partido-, junto con la división interna del socialismo, están propiciando una oportunidad única al centrismo para construir una verdadera alternativa de futuro.

Miremos atrás por un momento. Jamás, desde la descomposición de UCD en 1982, nuestra comunidad ha contado con un partido con ambición de centralidad y suficiente fuerza para desbancar al clásico bipartidismo español, que logre una presencia numerosa en el Parlament y que aspire abiertamente a obtener, en el futuro, representación en el Congreso de los Diputados.

Ciertamente, Unió Mallorquina pudo inicialmente concitar esa esperanza, pero el devenir de los acontecimientos determinó que, tras su fagocitación parcial por parte del cañellismo a principios de los noventa, se sucediera una estructura con una limitada ambición de partido bisagra, de implantación eminentemente rural, que ya nunca lo abandonó. Pese a todo, UM cumplió un papel fundamental en la moderación de las posturas de los sucesivos gobiernos de derecha e izquierda, en la defensa y recuperación de nuestra cultura y en ámbitos como la mejora de nuestras infraestructuras, por nombrar solo algunos. Fueron otros problemas muy distintos los que acabaron liquidando ese proyecto, al que muchos nos habíamos sumado tardíamente con ilusión. Pero, definitivamente, del pasado no se puede vivir.

En el último proceso electoral autonómico el signo fue el de la división y de la desmovilización de gran parte de las bases del espacio centrista, abrumadas por el aluvión de casos de presunta corrupción. Font, tras abandonar el PP, montó un partido a su medida con el que obtuvo buenos resultados con candidatos provenientes de UM en Pollença, Campos y alguna otra población, pero insuficientes para acceder al Consell o al Parlament. Tampoco Sa Pobla le otorgó el apoyo esperado. Por su parte, el partido que reconstruyó Melià con otra porción considerable de los antiguos militantes uemitas, CxI, cosechó un balance global parecido, aunque con notables resultados municipales. Quedó demostrado, así, que la división y los proyectos personales constituían un gran error.

La evolución social, económica y política de la presente legislatura es idónea para encarar un nuevo proyecto de centro -sin incómodas etiquetas limitadoras- que permita ofrecer a la ciudadanía una alternativa honesta e ilusionante.

Un proyecto en el que quepan cómodamente, junto a personas que se definen a sí mismas como regionalistas, mallorquinistas, autonomistas o nacionalistas, otras que simplemente se sienten como integrantes del centro político, dentro de la moderación que es trazo definidor de nuestra idiosincrasia.

Naturalmente, éste debe ser un proyecto pegado a la tierra que lo ve nacer, que respete y ampare nuestra lengua y nuestra cultura y los intereses de nuestra ciudadanía, pero sin que la identidad enmascare la necesaria resolución de los problemas cotidianos, a menudo muy alejados del debate que ocupa a los políticos.

Asimismo, debe ser un proyecto mucho más interclasista que sus precedentes, que abarque desde el centroizquierda que limita con el socialismo al centroderecha que linda con el conservadurismo popular.

Con ese espíritu, hace al menos dos años que se constituyeron diversos foros de debate ciudadano que están cuajando en diferentes proyectos políticos. Se pretende, sobre todo, buscar la unidad de todas las formaciones que puedan sumar fuerzas a esta idea, incluyendo partidos y listas independientes de diversas poblaciones, respetando la autonomía municipal y el peculiar carácter de cada una de ellas.

A mi juicio, sería un gran error acotar el potencial de crecimiento de ese proyecto so pretexto de recuperar el tradicional papel de un partido bisagra, cuya limitada dimensión permite a sus promotores tenerlo bajo control, facilitándose su manejo de acuerdo con la voluntad exclusiva de un reducido número de dirigentes.

Lo que ha de nacer es un proyecto democrático mucho más ambicioso, fruto de la unión de cuantos concurren y puedan concurrir en el futuro a ese espacio.

Si atendemos al panorama actual, nos encontramos con que el Pi, pese a los encomiables esfuerzos de muchos de sus miembros, está creciendo territorialmente a un ritmo más lento del deseado. Algunos municipios que fueron en su día bastiones de la Lliga se han debilitado -Pollença, Campos, Felanitx- y mantiene vitalidad, fundamentalmente, por el trabajo de los antiguos alcaldes y concejales de UM, que logró incorporar en su día vía la CxI de Melià, y, asimismo, por las aportaciones del diputado y alcalde de Manacor, Antoni Pastor, probablemente, su valor que mejor cartel presenta.

Por su parte, ha sido refundado en Palma y otras poblaciones de Mallorca -y está pendiente de presentación pública- un partido centrista creado hace más de dos décadas, Convergència Balear -del que humildemente formo parte junto con otras muchas personas-, formación que está hallando una respuesta muy positiva en distintas poblaciones y sectores de la sociedad, pues se ha fijado como divisa que, en lugar de plantear obstáculos, deben tenderse puentes para aunar esfuerzos de todos los centristas de cara al 2015, sin condicionantes previos ni dogmas. Esa suma de todas las fuerzas concurrentes -incluyendo, naturalmente, al Pi i a Convergència Balear- es, sin duda, el camino más razonable, huyendo de aventuras de componente personalista que, según mi parecer, pueden provocar cierta alergia y hartazgo en los ciudadanos.

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