“Tenemos que tener una convicción sólida como destino. Si uno no sale con actitud ganadora, no gana”. Es la base de la argumentación de Juan Franch Fluxà -profesor de Derecho Mercantil y contratación turística en la UIB- a favor del impuesto de turismo sostenible. “Pero de un impuesto bien hecho”, matiza, “al que tenemos encima de la mesa le faltan aún muchas cocciones. De hecho, ya detectamos ciertos errores de técnica legislativa que aparecían en la anterior ecotasa, como por ejemplo, la estimación objetiva.”
De ahí que Franch considere un “error” haber presentado el borrador “tan pronto”. “Teniendo en cuenta el calado del asunto y de las consecuencias que puede tener creo que el Govern debería haber abierto un profundo debate social involucrando a todos, desde los hoteleros hasta las asociaciones de vecinos, antes de presentar este primer esqueleto”. ¿Cómo? Por ejemplo, vía web “que para algo hay una conselleria de Transparéncia”.
"Este impuesto es una cuestión social, de todos”, defiende, y precisamente por ello "a todos debe beneficiar". ¿Cuál debe ser entonces la finalidad o finalidades?, se le pregunta. "Unas pocas y muy bien definidas, nada de cajones de sastre”, responde.
La clave, dice, es que revierta en la mejoría del entorno “sea ésta una cuestión más o menos natural, más o menos paisajística, más o menos GOB. Desde la compra de una finca como Aubarca hasta la rehabilitación de entornos urbanos-turísticos”. Y pone tres ejemplo: Platja de Palma, Santa Ponça, Cala Millor. "Hay zonas de sol y playa absolutamente impresentables”, subraya. “La segunda y tercera línea de estas tres zonas, por ejemplo, son desastrosas y para mejorarlas hay que tener ingresos, a falta de una buena financiación”.
“Naturalmente este impuesto es una carga económica”, dice, “pero a veces hay que soportarlas, yo no creo que se pueda desincentivar unas vacaciones en Mallorca por 1,5 – 2 euros al día”. Lo que dinamita la competitividad, según este experto en temas turísticos, “es un establecimiento con una planta y un en malas condiciones, por ejemplo. Un mal servicio, una plantilla poco preparada”.
De hecho, asevera que a él no le dolerá pagarlo si así encuentra unas mejores islas. “No creo tampoco que al turista extranjero le importe pagarlo si ve las mejoras". Eso sí, advierte al Ejecutivo que no habrá una tercera oportunidad ya que las segundas son definitivamente escasas. “Esta vez tienen que hacerlo bien, sí o sí. Han agitado tanto el asunto, aquí y en el extranjero, que ha quedado manido. Cuidado con un nuevo fracaso”.