El hecho de que al menos 120 personas pasarán las fiestas de Navidad en la calle en Mallorca según los datos de l Unidad Móvil de Emergencia ha de mover la conciencia de todos los ciudadanos. La crisis está golpeando con especial saña a los más débiles. Incluso estas cifras oficiales pueden quedarse pequeñas visto el drama social que estamos viviendo.
Cada año que se prolonga más personas no pueden resistir las adversidades y en los casos más extremos se quedan en la calle. Por puro sentido de la responsabilidad es necesario que las instituciones reaccionen incrementando las prestaciones sociales que hagan falta.
Es cierto que en no pocos casos nos encontramos ante automarginaciones, ante personas que han perdido toda esperanza y que literalmente rechazan cualquier tipo de ayuda. Pero este extremo no ha de servir de excusa par seguir insistiendo en la política de ayudas de todo tipo. O se actúa ahora con firmeza o esta sociedad quedará muy marcada de cara al futuro.
No se trata solamente de los que ya lo han perdido todo. Es necesario pensar en los que sin trabajo y sin casi ayudas se esfuerzan por seguir pagando sus hipotecas, por afrontar una vida que se les vuelve más dura de cada día que pasa, salvando a veces el deshaucio por los pelos y siguiendo adelante. Muchos de estos ciudadanos se embarcaron, se endeudaron y se gastaron todo lo que tenían en los años de la opulencia y de la euforia. Fue el propio sistema el que les hizo creer que nunca dejarían de ganar dinero. Ahora se enfrentan a la más dramática de las realidades.
En conveniente que es fechas tan señaladas como las actuales los poderes públicos han de tener el suficiente vigor para apelar a la solidaridad y a ponerla en práctica conforme a sus posibilidades. Hay que empezar por los que ya no tienen techo, pero junto a ello hay que pelear para evitar que otros muchos caigan en esta terrible situación.