Recordando la mitología griega nos damos cuenta que la “Hybris” se ha adueñado definitivamente de la política. La desmesura se ha instalado en las cúpulas de algunos partidos, orientándolos hacia su propia destrucción. Cuánta razón tienen los griegos cuando afirman que antes de destruir a alguien los dioses los emborrachan de poder y los vuelven locos.
De lo contrario, cómo podríamos explicar los continuos, sórdidos y envilecidos espectáculos con los que nos sacuden día sí y día también. Rodeados de desmanes, corremos el peligro de considerar normales y hasta aplaudir de forma sectaria actitudes que están dividiendo y degradando la sociedad.
Posicionamientos unilaterales, corrupción, radicalismo, revanchas, egoísmo y desprecio temerario hacia los demás, están envileciendo a una sociedad que debería estar ocupada en la recuperación de su sistema productivo y en recuperar las políticas sociales que la crisis se llevó por delante. Fraguando su futuro.
Lo trascendente del famélico espectáculo es que nos damos cuenta que a una parte significada de las estructuras políticas sólo les importan sus intereses y sus egos. Huyen como del diablo del espacio que queda entre la humildad y la arrogancia, para sentarse sobre esta última. El interés general es sólo un medio, el peaje que deben pagar para conseguirlo.
Ancestrales lecciones sobre el comportamiento humano, sobre la moral y las normas de convivencia siguen tan vigentes como ignoradas. La situación actual está deteriorada y algunas organizaciones han iniciado el camino de su destrucción. La solución solo puede venir de una mano divina. Volviendo la vista a la mitología griega, contra la arrogancia, solo cabe esperar que la diosa Némesis eche una mano.