Palabras de amor

Palabras de amor, sólo palabras de amor.

En una larga carta manuscrita, en una breve nota de un regalo, en la dedicatoria de un libro o de una película, en un mensaje más o menos subliminal —con o sin emoticonos— de nuestro dispositivo móvil.

En una charla telefónica, en una videollamada, en el encuentro físico de dos personas enamoradas, en una despedida o en una separación, aunque sea quizás sólo momentánea o por unas pocas horas.

En la adolescencia, en la juventud, en la edad adulta, en la vejez, en cualquier otra posible edad de la vida. Con timidez o con valentía, en secreto o de manera pública, con brevedad o muy extensamente.

En todos los idiomas, en todos los países, en todas las tierras, en todas las culturas, en todos los cuerpos, en todas las almas.

En un cuento infantil, en un poema, en una canción, en una novela, en una película, en una obra de teatro, en la actuación silenciosa de un mimo, en una ópera decimonónica desesperadamente romántica —y valga la redundancia—.

Siempre palabras de amor. Sólo palabras de amor.

Desde los orígenes del mundo hasta el final de los días. Desde un primer intercambio de miradas hasta el último instante de una larga existencia tal vez compartida.

Palabras escritas en piedra, en un pergamino, en un papel, en un árbol, en algún rincón de nuestra ciudad, en la arena, en el viento, en el mar, en un cristal empañado por la tristeza o por la lluvia.

A plena luz del día o cuando la ciudad parece que duerme. Cuando suenan los acordes de una guitarra española en la oscuridad de la noche o las notas de un piano desde un patio misterioso, silencioso y antiguo.

También en nuestros sueños, en nuestra mirada, en la parte más compleja y mágica de nuestra propia mente, en nuestras manos cuando acarician o abrazan, en nuestros labios, en nuestro corazón.

Palabras de amor, sólo palabras de amor.

Para ayudar a paliar el dolor, o la soledad, o la incomprensión, o la angustia, o cualquier otro posible tipo de temor o de miedo. Para secar una lágrima o para provocar una sonrisa dulce.

Para contribuir a sentir más profundamente una emoción, para ayudar a pensar que tal vez deberíamos de amar mucho más de lo que amamos.

Por si al final hubiera otra vida, por si pudiéramos recordar de algún modo todo lo que antes pasó y pudiéramos vivir a la vez también un futuro otra vez igualmente enamorado.

Por si no hubiera más vida que esta vida, y sólo hubieran de quedar de nosotros unas vivencias o unas pocas líneas escritas, todas ellas llenas de esta misma y dulce melancolía.

Palabras de amor. Sólo palabras de amor.

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