Fracasado formalmente el intento de investidura de Mariano Rajoy, este tema menor que se llama gobernar España tras un año de parálisis queda ahora encerrado en un cajón bajo llave. Ahora toca ganar en Galicia y en Euskadi. Es lo que viviremos este mes de septiembre en el ruedo político. Lamentable. En octubre, la llave volverá a abrir el cajón a ver si con las combinaciones gallegas y vascas sale una nueva fórmula que permita volver a plantearse lo de España. Lamentable también. Un octubre en el que con toda probabilidad se acabará convocando un Comité Federal del PSOE para que Sánchez sepa qué hacer con el timón de su partido, si aún tiene timón y si aún hay partido. Y el país sin gobierno. Más lamentable aún.
Vamos de cabeza a unas terceras elecciones. Una cita electoral, la tercera en un año -la cuarta para gallegos y vascos- que tendrá lugar con la clase política aún más alejada de los ciudadanos. Nos han agotado con el teatrillo. Sea el 25 de diciembre o no, esa cita electoral apunta a mínimos de participación históricos. Una participación mínima que la clase política tendrá bien merecida.
Da la sensación de que el bloqueo, y por tanto el interés renovado de los ciudadanos, sólo se puede conseguir cambiando a los 4 principales actores. Los cuatro. La desconfianza mostrada durante la doble sesión de investidura de esta semana es tal que no parece posible que dos de ellos de verdad acepten cogerse de la mano para gobernar. Rajoy no se fia de Rivera. Rivera no se fia nide Rajoy ni de Sánchez, por mucho que haya firmado documentos con los dos. Sánchez no se fia de Pablo Iglesisas. Iglesias no se fia de Sánchez.
Sobran los cuatro a la hora de intentarlo de nuevo en las terceras elecciones. Una re-repetición que ¡cuidado¡ nadie dice que tengan que ser las últimas. Eso dicen las encuestas.