Hoy la cosa va de animales: arañas, garrapatas, tigres, toros, burros y demás zopencos. La semana ha comenzado a mamporros. El fin de semana nos dejó el guantazo en la jeta de los aficionados mallorquinistas, que vieron impotentes como su querido equipo se iba a la segunda B, o al guano, como quieran, dicho sea con el mayor respeto a los equipos que allí juegan. Ojo a las repercusiones personales... Huelo que el Mallorca va a tener que reducir plantilla, y no hablo solo de los jugadores, sino de las personas que van a perder su trabajo. Malos tiempos para los rojillos. Respeto su dolor, por lo que me voy a abstener del chascarrillo.
El segundo tortazo que ha coleado estos días es el del iluminado que, por celebrar la victoria del Madrid sobre la Juventus que le dio su duodécima Copa de Europa, casi se mata. Seguro que han visto el video. No tiene desperdicio. El jovenzuelo, en plena celebración madridista, se encarama al monolito de la fuente de la Plaza de las Tortugas de Palma. Se ve a un agente de la Policía Local que nada puede hacer para evitar lo que es una tragedia anunciada. Se oyen los gritos de un verraco afónico jaleando al escalador: «Manolo, Manolo». No sabemos si el susodicho en efecto se llama Manolo, o si el mastuerzo vocifera lo primero que se le pasa por la cabeza, que no me extrañaría. Al final, «Manolo» cae de una considerable altura y se pega un costalazo que duele solo de verlo. Literalmente se desloma. Lo increíble es que saliera aporreado sin heridas de mayor consideración. Ni ingresó en el hospital. Premio Darwin para el chaval, pudo elegir —como dice el juez Emilio Calatayud— entre Platón y Paquirrín y eligió a Paquirrín.
El vídeo del fulano despeñado se ha convertido en viral. Rula a toda velocidad por las redes sociales y los medios de comunicación de todo el país acumulan visitas gracias a ese insano y perverso deleite que nos causa ver a los demás escoñándose. Lo malo de estas cosas es que, por muy estúpidas que puedan parecer y sin duda lo son, crean tendencia, provocan un fortísimo efecto espejo y no faltan los descerebrados que las imitan. Espero que, por aquello se seguir la moda de subirse a monolitos, a Toni Noguera no le de por escalar sa Feixina para celebrar que lo hacen alcalde. No puedo —en realidad no quiero, me niego a ello— imaginarlo agarrado al monolito, ataviado con mallas de colorines para emular a Spiderman, que más que por el Hombre Araña podría pasar por el Hombre Garrapata, que es más nostro. Qué gran titular podría escribirse: El Hombre Garrapata contra el Franquismo. Un cómic así lo borda Stan Lee.
¡Cómo está Cort! Noguera no es Spiderman, Angélica Pastor no es la justiciera que Palma-Gotham necesita, aunque reconozco que a Aligi Molina con pantaloncito corto y antifaz sí lo veo de Robin. Los de la oposición tampoco son precisamente los Vengadores.
El premio al borrico de la semana no es para Manolo el del monolito, sino para el pobre burro al que unos desalmados arrojan a los tigres hambrientos de un zoo. Ha sucedido en China y el pollino merece el premio por desdichado, no por burro. Los burracos de verdad son los cuidadores (?) del zoo. Cuatro maromos montan una rampa con tablones, aúpan al burro y lo empujan para que caiga al foso del recinto de los tigres... En la naturaleza del tigre está el tener rayas, como reza el dicho. Se meriendan al burro. Lejos de cortarse, le dieron la merienda a los felinos delante de los visitantes del parque. De tan bestia que es la cosa hasta podría tener gracia si fuera un chiste, pero es de verdad. Y les aseguro que al burro no le ha hecho ni puta gracia. Espero que vaya al cielo de los burros y allí sea tan feliz y dicharachero como Asno, el de Shrek.
Las noticias también han hablado de monos, en concreto de un capuchino —el mono, no el café—, actor involuntario en la última película de Piratas del Caribe, cuyo título no me atrevo a nombrar, así como no pienso perder una décima de segundo en su visionado. Ni un fotograma, de verdad. Los de PETA —son una organización internacional de defensa de los animales, no tiene nada que ver con los porros a pesar del nombre— denuncian que el mono se pasó todo el rodaje de la película vomitando. Aseguran que eso es maltrato animal. Lo del pobre mono eleva a otro nivel nuestra bonita frase «estic més nic que una monea».
Con todo lo dicho y con la temporada taurina mallorquina en marcha —este año con bastantes festejos— pronostico que la semana que viene hablaremos de sa Feixina y de toros. Del monolito, porque se votará en el Consell de Mallorca si sigue donde está o se le mete dinamita a pesar de los informes técnicos como los de GESA —ay, que me parto—, y de la tauromaquia, porque ese despropósito que es la ley de toros «a la balear» llega al Parlamento. Digo despropósito porque el proyecto no agrada ni contenta a taurinos y a animalistas.
Y ya que estamos con los animales... Hace ya un tiempo que por Europa se paseaban unos señores muy pulcros y bien vestidos que caminaban haciendo el paso de la oca y que nos complicaron la vida, por decirlo de una manera suave. También padecimos a un señor georgiano que se empeñó en matar de hambre a medio continente a base martillazos y golpes de hoz. Ahora pululan por aquí unos fanáticos desarrapados y cutres, pero mortíferos y criminales, que nos matan como a conejos porque nuestras mujeres llevan minifalda, nos podemos encamar con quien nos dé la gana sea del sexo que sea, o nos gusta meternos una tapa de jamón con una cañita de cerveza de aperitivo. Los nazis, los comunistas soviéticos y los yihadistas son cabezas del Cerbero que nos amenaza. Conviene recordar que esta semana nos deja dos efemérides propias de nuestro acervo moral y cultural. El 6 de junio de 1944 un buen número de muchachotes se echó a las playas de Normandía. El 8 de junio de 1949 se publicaba la novela 1984 de George Orwell. Ambos acontecimientos, histórico el primero y literario el segundo, deberían hacernos reflexionar. Al totalitarismo, venga de donde venga, no se le derrota con velitas y ositos de peluche depositados sobre el suelo en el que nuestros compatriotas son asesinados. Basta con ser valiente y tener un monopatín a mano. Pero esa, es otra historia.